En febrero de 2014 seguí el curso «Arquitectura de tierra: técnica constructiva y restauración» organizada por Camila Mileto y Fernando Vegas de la Universidad Politécnica de Valencia, profesores comprometidos con el tema de la conservación del patrimonio construido de tierra.
Descubrí así tres de las veinte torres de defensa del período árabe que están alrededor de Valencia, todas construidas con tierra, según la técnica de la tapia. Las torres fueron construidas entre los siglos XII y XIII a unos diez kilómetros de la costa, en plataformas elevadas al nivel de la antigua red de carreteras. A parte de su función básica de vigilancia, estas torres aseguraban el dominio de las fronteras rurales y el control de las vías de comunicación.
Me impresionó la belleza de estas arquitecturas que han marcado el paisaje durante casi mil años. Me acuerdó Marruecos, donde trabajé durante un año como arquitecta. Allí tuve la suerte de vivir rodeada de un patrimonio construido de tierra intemporal y fascinante por su capacidad de integrarse en el paisaje, de vibrar bajo la luz del sol con la textura áspera y el color rojo de la tierra de la región. Pero en Europa, nunca tuve la oportunidad de conocer y apreciar algo de la antigua e imponente herencia de la tierra.
Como parte de la capacitación, evaluamos los resultados de las intervenciones de restauración.
La Torre Bofilla en Betera, construida entre los siglos XII y XIII, aunque su superficie ha sido deteriorada por el tiempo y por los graffiti, muestra muchas huellas del proceso de su construcción. Las intervenciones de restauración, lideradas por Mileto y Vegas, lograron conciliar los requisitos de conservación con los de autenticidad y la compatibilidad de las técnicas y materiales utilizados, de acuerdo con el principio de la intervención mínima necesaria.
La planta es cuadrada y su lado disminuye de 6.15 a 5.20 metros desde la base hasta la parte superior de la torre. El grosor de las paredes disminuye de 1,20 m en la base hasta 56 cm en la parte superior. La altura total es de 18 m, lo que equivale a 21 módulos de tapia de aproximadamente 90 cm cada uno.
La mezcla de tierra apisonada se compone para el 90% de tierra y agregados y para el 10% de cal, con un relleno de piedras (mampuesto) en la parte central del espesor del muro. A medida que se compacta la tierra en el tapial, los agregados más finos y la cal migran a la superficie de los tablones y forman una costra protectora. La mayor parte de esta costra se ha conservado hasta el día de hoy, y probablementehizo que tales construcciones de tierra, con un tramo equivalente a un edificio de seis pisos, se hayan mantenido durante 800 años.
A pocos kilómetros de distancia, la torre del castillo de Bétera fue restaurada en los años 80 por Francisco Jurado Jiménez, quien optó por una renovación completa de las superficies a través de un nuevo enlucido que cubre todas las fachadas, y no permite ver el material original ni las huellas del proceso de construcción.
Es importante que las nuevas intervenciones en este patrimonio valorizen su cultura constructiva, en lugar de pretender reproducir una estética dada.
En general, la lección que nos transmiten estas construcciones es que la tierra puede ser un material extremadamente duradero, hasta en condiciones de abandono, si puesta en obra correctamente y según un diseño coherente con sus características.
Para mas información sobre las torres de vigía de tapia os invito a leer el artículo de Dolores Rodriguez Pedraza «Torres vigía de la Valencia musulmana«.
Foto: La torre Mussa a Benifaió (E.Carnevale)